Ya
suena de nuevo en mi cabeza esa inesperada voz en off que me cuenta historias
pretéritas; hace que oiga palabras y frases antiguas que parecen más vivas que
nunca cuando resuenan como un eco en mi memoria.
También
veo en mis párpados, dentro de mi cráneo, cómo pasan las imágenes, películas
pasadas, clásicos, que acompañan a la voz en off a veces, y otras veces vienen
solas, sin sonido, se explican por sí mismas con el solo hecho de volver a
verlas en mi interior.
Estas
historias, palabras, imágenes, etcétera son las que me tienden emboscadas, las
que, cuando creo que la batalla no tendrá lugar en ese momento y bajo la
guardia al dirijirme relajada al campamento, me rodean, me atacan en un claro
del bosque para ver si pueden herir mi corazón emparedado.
Les
reconozco, antes eran de mi frente, y les grito:
-¡Traidores!
¡Traidores!
Por
un momento olvido que tengo alas, y pienso: Ya
está, aquí me voy a quedar, me derretiré y llegarán al corazón para
destrozarlo.
Pero
no; llegan los refuerzos -otra historia, frase o imagen- a rescatarme, luchan
contra los enemigos a su mismo nivel mientras yo vuelvo a recordar que tengo
alas, y es entonces cuando empiezo a batirlas in crescendo. Las hojas de los
árboles se mueven con su aire y las que estaban caídas se levantan del suelo.
Comienzo a elevarme y a barrer todo lo que en ese momento me rodea, y a penas
sin darme cuenta, descubro que ya estoy otra vez cortando el aire, con la
mirada al frente y enfilada hacia el horizonte.
Sólo
llevo algún rasguño, he salido ilesa, y mis compañeros salvadores vuelan
conmigo.
(De “Crónicas de La gárgola Almada”)
Saludos con el viento.