Y las primeras lágrimas brotan sin permiso al escuchar las primeras notas de una guitarra...
¡No! ¡Qué digo las primeras!, brotan todas a la vez, de golpe, ¡todas!, como una riada imparable, como un aluvión resbaloso. En un instante mis ojos son dos cascadas, dos algodones empapados que se vacían, se vuelven dos nubes en una tormenta.
Las lágrimas se abren camino entre los dedos y corren por mis manos que están pegadas a mi cara; resbalan por mi brazo, se cuelan dentro de mi vestido, y son lágrimas, no son estrellas. No sé si llegarán a ser estrellas, pero ahora son lágrimas que me roban mi coraza, que hacen surcos en la piedra, y no son de amor; son lágrimas del alma, las que curan y las que matan, las que llevan imágenes dentro de ellas y tienen vida por sí mismas, y se agolpan, se empujan las unas a las otras en mis ojos, ahora algodones.
Ya no hay marcha atrás, ya no podré parar hasta que la riada pare por sí misma, hasta que se sequen los ojos, o hasta que me quede sin alma.
¡Oh, lágrimas! ¡Qué traicioneras sois!
¡Oh, alma! ¿Por qué me vendes de esta manera?
¡Oh, mis ojos! ¿Cuándo vais a parar?
¡Oh, corazón! Por qué no te volverás de piedra también...
¡Lágrimas! ¡Venid todas a por mí!
¡Venid de una vez y para siempre!
¡Como un ejército implacable!
Como esta noche, clavando vuestras lanzas en mi corazón, asediando mis ojos.
Venid… Aquí os estoy esperando, os aniquilaré con esas mismas notas de guitarra y con mi voz, y tarde o temprano os convertiré en estrellas. Tarde o temprano, si lloro, lo haré por vosotras, porque os habré vencido.
Esta noche la propia alma pesa más que la piedra. Esta noche no puedo volar, mis saladas agresores me roban la visibilidad. No volaré. Miraré desde las alturas los cálidos hogares con las ventanas encendidas, me colaré con mi imaginación en la intimidad de ellos y fantasearé con la futura luz de las mías.
(De "Crónicas de La Gárgola almada")
Saludos con el viento.